viernes, 17 de agosto de 2018

el Origen del puchero de ganso para el Alma

Durante gran parte de mi vida cocinaba para alimentar cuerpos físicos. Ahora y hasta el final de mi vida cocino para alimentar Almas.

Desde que era pequeñito veía a mi madre cocinar y me maravillaba al verlo todo. Para mí era un misterio todo lo que hacía. Me encantaba comer, disfrutaba tanto la comida. Comía lento porque era un auténtico piacere della vita.
Recuerdo que me encantaban las patatas fritas cocinadas en sartén, con aceite de oliva a fuego lento. Un poco pegadas.
Mi madre siempre me decía :- ¿Por qué te dejas las patatas? ¿Es que no las quieres?
Yo siempre respondía: - No, mamá. Las dejo para el final.- Me gustaban tanto que no quería que se acabaran. Y siempre dejaba un último bocado con todo lo que había en el plato. Lo pinchaba todo en el tenedor acompañado con un poco de pan, si era el culillo del pan entonces era el mejor bocado de mi vida, y a la boca. Me dejaba un sabor de boca delicioso, que quería que perdurara.

Bueno, esto no era siempre así. Algunas veces por semana al llegar del cole:
-¿Qué hay de comer mami?
-Hay pucherito.
-¿Otra vez potaje?- Mi cara era un poema. Otra vez a sudar comiendo, no era nada agradable comer mientras te caen los chorreones de sudor.
-Otra vez no, que hace ya un mes que no pongo puchero.
-Jajaja.- No podía evitar soltar una carcajada. Evidentemente el tiempo de mi madre distaba del mío.
 -Además el puchero no es potaje-.
Al final era lo que había. Me lo tenía que comer. Y tengo que reconocer que estaba bueno pero me gustaba protestar, me gustaba escucharla.
El puchero era el plato estrella en casa. Lo que podía rendir ese potaje. Sabía que después del puchero siempre habría "cocretas" . Ese era el mayor incentivo para comerse el puchero.


Era simplemente amor a través de la comida lo que yo experimentaba y eso era lo que yo quería transmitir.
Evidentemente el resultado fue estudiar cocina, era lo que veía en casa y como no tenía nada claro.
Al final mi amiga del alma y yo acabamos por decidirnos a estudiarlo.
Y sin saberlo acabábamos de tomar quizás la peor decisión de nuestras vidas, o la mejor.

Empezó nuestra peor pesadilla...Ayyy Marta ¿Por qué?

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