sábado, 28 de septiembre de 2019

¿Te ha pasado esto a ti también?


Hay un suceso que marcó mi vida por muchos años. Quiero contártelo y liberar los resquicios que puedan quedar. En apariencia fue un suceso cotidiano, sin mucho bombo.
Tenía aproximadamente 12 años. En aquella época yo jugaba al fútbol en un equipo de mi barrio llamado La Unidad. Para mí jugar al fútbol era una liberación, me hacía sentir muy bien. Ese día fue distinto, pues el equipo había quedado para ir a cenar a una hamburguesería junto con los padres. 

Aquella tarde, me puse una sudadera gris con capucha, unos pantalones de chándal azul marino y unos tenis anchos tipo rapero grises de marca X-dye del pull and bear. Mi madre me dio unos euros en una bolsa de plástico para comerme un perrito y una Fanta que tantas noches había disfrutado.
Salí de la puerta de mi casa y debajo de mi casa estaban mis vecinos jugando al fútbol, cómo iba bien de tiempo me quedé a jugar un rato. Lo amaba tanto. Tras un rato me di cuenta de la hora y salí volando para el campo donde habíamos quedado. Recuerdo que corría e iba un poco sudado.

Al llegar allí la primera imagen que tuve es la de ver a todos mis compañeros muy bien vestidos y quedé un poco en shock, pues yo iba en chándal y sudado. Noté ciertas miradas de asombro por la forma en que me presenté. Aunque me duela, he de reconocer que me sentía pordiosero y sucio en ese momento. En ese preciso instante se acumularon muchos pensamientos juiciosos acerca de mí mismo en mi mente. Mucha basura. Me sentí pobre, sucio, que no encajaba. Pude percibir cómo se podía sentir un niño de una favela en la ciudad.

Lo único que quería era huir de allí.
En efecto, me busqué una excusa para ir al baño y salí de allí corriendo como alma que lleva el diablo monte arriba hasta desaparecer de la vista.
Volví a casa y nisiquiera recuerdo que excusa le puse a mi madre, ni que pasó al volver a los entrenamientos.
La mente es hábil y entierra recuerdos que te hacen sentir mal. Pero no desaparece, la mierda queda estancada en un rincón para volver a enturbiarlo todo cuando se den circunstancias similares.
De hecho no recuerdo muchos detalles.
Y por supuesto, que no son mis compañeros, ellos eran magníficos. Esto va conmigo. En realidad no sucede ni más ni menos que lo que llevamos dentro. De alguna forma yo me sentía así en mi interior. Era un espejo que estaba viendo fuera.
Siempre que en mi vida algo andaba mal o no me gustaba las circunstancias quería huir.
Cuando verdaderamente no hay nada ahí fuera que cambiar. No existe nada como "ahí fuera". Todos son proyecciones internas.
¿Olvidamos algo?
Dondequiera que vayamos nos llevamos a nosotros mismos.
¿No te ha pasado alguna vez que has cambiado de trabajo y aunque cambia el escenario y algunos personajes al poco tiempo te sigues sintiendo igual?
¿O que has cambiado de pareja y la siguiente es igual?
Lo ves repetidamente en diferentes aspectos de tu vida.
¿Y aún sigues creyendo que algo fuera anda mal?

Tú, y sólo tú atraes todas las circunstancias a tú vida en función de la energía que proyectas (inconscientemente)
Puedes seguir creyendo que el mundo tiene que cambiar para que te sientas mejor, prosperes y te expandas. Reconozco que sería mucho más fácil. Pero tu no has encarnado para eso, ni sería perdurable.
¿Quieres cambios? ¿Quieres saber la verdad? Bueno, esta es mi verdad. Tú debes encontrar la tuya. ¿Quieres encontrar tu camino en la vida? 

El único camino que hay es el de la ACEPTACIÓN de que tú eres el responsable único de tu vida.
Eres el CREADOR único de tu infierno y tu gloria. 

Esto no significa que estés sol@, no lo estarás a menos que así lo quieras y te empeñes.
Lo único que significa es que sólo en ti está la DECISIÓN.
Yo he compartido contigo algo muy íntimo. Llevo con ello muchos años. ¿El resultado?
He pasado de la vergüenza a la liberación. Y me prometí que cuanto más vergüenza más lo compartiría. Más aceptación de mi parte y más liberación.
Si quieres liberarte, puedes compartir tu historia conmigo a través de mi correo en PRIVADO.


Belén ya lo hizo. Ahora yo.
¿Y tú? ¿Te atreves?